El pensamiento autocrítico nos hace ver distintos de los demás, pero en un mal sentido. Se trata de una condición que no distingue la cultura de la que provenimos, la etnicidad que nos caracteriza y ni siquiera la religión que practicamos. Es una especie de “anti-yo” que pareciera detestarnos. Y, no se engañe, incluso las personas que parecen estar mejor adaptadas y llevar vidas exitosas la sufren. Esto produce un desdoblamiento de la identidad, que, en algunos casos, resulta muy doloroso.
Esa batalla continua se manifiesta a través de pensamientos tóxicos del tipo: “Sabía que no me iban a elegir a mi´, “no vale la pena intentarlo”, “no me van a creer”, “en realidad no me ama”, “están conmigo por interés”, “se están aprovechando de mí”, “tratan de robarme”, etc. La lista puede ser muy larga y terriblemente malsana. El crítico interior no me permite alejarme y me hace quedar internamente en ridículo y avergonzado, todo el tiempo. ¿Por qué sucede esto?
¿De dónde proviene el odio a mí mismo?
Como sucede siempre con los temas que atañen a la mente humana, no hay una respuesta única a esta pregunta. Pero, entre las experiencias que pueden influir para que esto se dé, se encuentran:
Tener expectativas demasiado elevadas hacia uno mismo
Sucede cuando esperamos obtener resultados irreales e inalcanzables. Si no logramos cumplir aquello que nos habíamos propuesto, entonces nos avergonzamos y decepcionamos de nosotros mismos. Los padres que, tratando de estimularlos al éxito, ponen a sus hijos metas excesivamente elevadas pueden ser parte del problema.
Esperar demasiado de los demás
En ocasiones tendemos a ver a las personas que amamos o admiramos como superhéroes, perfectos en todo. Cuando nos cumplen esas falsas expectativas y nos fallan, entonces asumimos que la causa somos nosotros mismos. Y creemos que no merecemos que se esfuercen más o, incluso peor, que solo atraemos fracasos a nuestra vida.
Mentalidad perfeccionista
Las personas tienen limitaciones y cometen errores, eso me incluye a mí mismo. Si no lo entiendo o no lo acepto, cuando fallo me odio un poco más. Pensar que ser perfecto me protege del dolor causado por la vergüenza, el abandono o el juicio de otros, puede ser una carga muy pesada.
Traumas del pasado
Los eventos de abuso sexual, abandono de los padres o maltrato emocional sufridos en la niñez, generan un fuerte autorencor. Los individuos que fueron abusados en la infancia, tienden a hacerse responsables de lo sucedido. Se odian a sí mismos y a las personas que debían haberlos protegido y no lo hicieron. Así, es común que guarden más rencor hacia estas que hacia los agresores.
¿Cómo me deshago del odio a mí mismo?
Liberarse de los pensamientos limitantes y destructivos es vital para alcanzar la paz interior y la felicidad. Veamos que se puede hacer al respecto:
- Identificar esa voz interior. El primer paso es reconocer el origen de esos pensamientos que critican y menosprecian todo lo que hacemos. Separar los verdaderos de los falsos. Muchos de ellos son el resultado de una herencia dejada por: padres, abuelos, maestros y otras figuras cercanas de autoridad. Así que, reconocerlo puede resultar difícil.
- Racionalizar. Seamos realistas y racionales acerca de ese yo crítico, que nos impulsa a odiarnos a nosotros mismos. Si pensamos sosegadamente sobre las exigencias que nos hemos hecho y las posibilidades de cumplirlas, es probable, que encontremos la causa de la falla. No es que somos un fracaso, sino que nos pedimos algo imposible.
- Autodesafiar. Debemos desarrollar la habilidad de hacer frente a los pensamientos autodestructivos, relativizando su poder. Aunque estén con nosotros desde la niñez, no significa que sean ciertos. Y sobre esa base, lograremos alterar aquellas conductas reforzadoras que nos limitan.
- Encontrar una nueva identidad más positiva. Define nuevos valores y creencias que te hagan sentir bien contigo. Rodéate de personas que crean en sí mismos y tengan éxito. Alimenta tu nueva actitud con: libros, audios y videos de autoayuda. Recuerda que este proceso, en realidad, no termina nunca.
Por último, liberarme del odio a mí mismo puede que no resulte sencillo, pero será muy satisfactorio. Aunque debemos tener en cuenta que esta no es una batalla de un día. Se trata de una guerra continua, en la que cada triunfo cuenta y nos hace más fuertes frente al próximo enfrentamiento. Si sientes que esta situación se escapa de tu control, quizás sea hora de buscar ayuda externa. Un psicólogo puede guiarte en ese camino, para que logres tener una vida más satisfactoria y feliz. ¡Te la mereces!
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